- Exposición: Pioneras
- Amalia Lindegren
Amalia Euphrosyne Lindegren fue una de las artistas y pintoras más populares de Suecia en el siglo XIX. Fue la primera mujer sueca en recibir una beca para estudiar arte en el extranjero.
En este capítulo, seguiremos los pasos de esta modesta y brillante artista con mucho talento desde sus humildes comienzos en Estocolmo hasta convertirse en una célebre retratista de la élite.
Lindegren nació en Estocolmo en 1814. Su madre, Anna Catharina Lindegren, murió cuando Amalia tenía apenas tres años. Anna estaba casada con el conserje Anders Lindgren, pero no era el padre de Amalia. Tras la muerte de su madre, Amalia fue adoptada por la acaudalada viuda de su supuesto padre biológico, el noble Benjamin Sandels.
Como hija de una madre pobre adoptada por una familia rica, recibió la educación típica de una niña de clase media alta, incluyendo el aprendizaje del francés, la música y, lo más importante para Amalia, el dibujo. Ya de joven, los retratos de Amalia —sencillos esbozos a lápiz, tiza o carbón— impresionaban a su familia y amigos.
A lo largo de la década de 1840, Amalia desarrolló su educación artística. En 1842, se matriculó en una escuela de dibujo, convirtiéndose en alumna de otra artista femenina, Sofía Adlersparre. El escultor Carl Gustaf Qvarnström, que enseñaba en la Real Academia Sueca de Bellas Artes, se interesó mucho por la obra de Amalia y quiso desarrollar su talento. Hasta ese momento, la Academia —la única escuela de arte en Suecia— no admitía mujeres como estudiantes regulares.
En 1847, Qvarnström consiguió que Lindegren fuera admitida en la Escuela de Antigüedades de la Academia como «estudiante extra». Allí, Amalia estudió unos dos años, y perfeccionó sus habilidades como retratista dibujando con moldes de yeso de esculturas antiguas como base. Sin embargo, no se le permitió asistir a las clases de dibujo al natural. Pasaría otra década y media antes de que las mujeres fueran aceptadas como estudiantes regulares.
Después de exponer retratos, Lindegren fue nombrada miembro asociado de la Real Academia Sueca de Bellas Artes en 1850 (y miembro de pleno derecho varios años después).
A lo largo de su formación, Amalia fue una de las pocas estudiantes femeninas. En la Academia, estudió con 30 hombres pero solo con otras cinco mujeres. Un cuadro de 1782 de Elias Martin de la Academia representa el entorno eminentemente masculino de la Academia.
En 1850, se convirtió en la primera mujer sueca en recibir una beca para viajar y estudiar arte en el extranjero.
Al otorgar el premio, la Real Academia Sueca de Bellas Artes consideró que Lindegren era una artista independiente que cursaba sus estudios con seriedad y asiduidad. Sin embargo, aunque Amalia tenía 36 años cuando se le concedió la beca, era una mujer soltera y, por lo tanto, considerada, según la ley sueca, una «menor» incapaz de gestionar sus propios asuntos y que, por consiguiente, necesitaba un acompañante.
Al marcharse de Suecia, Amalia viajó a París, la capital internacional del arte de la época. Allí amplió su repertorio para incluir la pintura de género, es decir, escenas en las que la gente común y corriente desarrolla su vida cotidiana.
También pasó un tiempo en Alemania. En Múnich, participó en un círculo artístico relacionado con la pintura histórica, y en Düsseldorf empezó a formar parte de un influyente centro de arte, a cuyos artistas les interesaba pintar costumbres y trajes populares.
La creación de obras de arte era un elemento importante de la beca. Lindegren escribió a la Academia de Bellas Artes para informarles de que había terminado una pintura «que representaba a un hombre con vestimenta turca (cabeza y hombros)» en Múnich en 1854.
También pasó un tiempo viajando por Dinamarca y visitó Italia, estudiando en Roma entre 1854 y 1855. En este cuadro, vemos no solo un retrato de una mujer con un niño, sino un tema central que fue muy popular en Italia. La pintura es un ejemplo de cómo los artistas representaron una imagen idealizada de Italia como un lugar donde la gente llevaba una vida sencilla y atemporal.
Amalia regresó a Estocolmo en 1856 y siguió viviendo una vida independiente. Alquiló un estudio e intentó establecerse como retratista, una forma segura de ganarse la vida para un artista. La versatilidad de las habilidades artísticas de Lindegren se puede ver en el trabajo que creó en Estocolmo.
Recibió encargos para pintar retratos de Estocolmo y de la alta sociedad sueca. En 1859, Amalia pintó retratos del nuevo rey y la reina, Carlos XV y Lovisa. Los encargos reales se siguieron sucediendo y en 1865 pintó un retrato de Sofía, la cuñada del rey.
Se reprodujeron muchos de estos retratos de moda en periódicos y revistas, contribuyendo a la fama de Amalia Lindegren.
Además de los retratos, a Lindegren le gustaba pintar pinturas sentimentales con temas de la vida cotidiana. En 1857, Amalia hizo un viaje de estudios a Dalarna, la provincia natal de su madre en el centro de Suecia. Se inspiró en la gente, su ropa y sus tradiciones, y creó pinturas idealizadas que celebraban su forma de vida campesina. Su cuadro Lillans Sista Bädd de 1858 se convirtió en uno de los cuadros más conocidos de Suecia en ese momento. En él se representa una casa de campo, en donde una familia llora a su hijo fallecido en una cuna.
Como los temas y motivos que Amalia eligió resultaban muy atractivos, sus pinturas fueron muy populares y se reprodujeron innumerables veces como litografías. Aquí, pinta una típica escena doméstica de domingo por la noche. El padre de la casa toca el violín mientras los niños mayores bailan en un círculo y la madre se sienta con el más pequeño en sus rodillas.
Las pinturas de Amalia se expusieron en toda Europa: en Londres en 1862, en Dublín en 1865, en París en 1867 y en Viena en 1873. Incluso llegaron a cruzar el Atlántico y se expusieron en Filadelfia en 1876 y en Chicago en 1893.
Era conocida por su devoción a su arte. Durante su estancia en la Real Academia Sueca de Bellas Artes, Lindegren solía firmar sus cuadros, un acto de valentía en una época en la que la mayoría de las mujeres figuraban en los catálogos como «Anónimo».
En 1853, uno de los principales periódicos suecos, Post- och Inrikes Tidningar, comentó el trabajo de Lindegren, con lo que en ese momento pasó por un cumplido: «Pinta como un hombre».
En la década de 1860, su éxito artístico se entendió como una inspiración para los defensores de los derechos de la mujer y un sólido argumento para acabar aceptando a mujeres en la Academia.